- ¿Volveremos a casa, Farayat?
- No lo creo, hermanito. Dame la
mano. Si es aquí donde terminaremos nuestras vidas, nunca estaré
más orgulloso de haberla compartido a tu lado, Mohammed. Te quiero.
El hermano menor apretó con
fuerza a su hermano mayor. Estaban en una cueva, asediados por el
ataque de un grupo incontable de criaturas.
¿Cómo había pasado esto?
Tenemos que irnos al principio
del día, cuando Farayat levantó con un fuerte golpe en la puerta a
su hermano menor, Mohammed.
- ¡Se nos hará tarde, idiota!
Hay que aprovechar todo el sol que podamos.
Una voz oscura, de un delgado y
alto mayordomo resonó el ancho pasillo.
- Lo intenté desde temprano, don
Farayat, pero parece que don Mohammed está muy cansado.
Un chillido de la puerta detuvo
la conversación. Lentamente se abrió y ahí estaba Mohammed,
delgado, de aspecto mucho más delicado que su hermano mayor. Quizás
el hecho de que la barba de Farayat era poblada, destacaba frente a
las delicadas facciones del rostro sin vellos de su hermano menor.
- Ya, ya. Estoy despierto. Luis,
el desayuno con mucha fuerza hoy.
-Sí, Don Mohammed.
El mayordomo se retiró con
gracia, pero a toda velocidad, en dirección a la cocina. Para ello
debió caminar por el largo pasillo y pasar ante 20 retratos de la
familia Hamdan.
La Mansión Hamdan está ubicada
en el prestigioso Campamento Madrid, junto al resto de las casas de
élite. Los Hamdan tienen una pasión admirable por la cacería, que
es la base de su fortuna, al ser responsables de uno de los más
grandes criaderos de cerdos y ganado conocidos en el mundo actual.
Esa misma pasión es la que hacía
brotar venas de la frente de Farayat, al ver que su hermano no estaba
listo y con el sol yendo hacia el punto más alto del cielo, sin
freno.
- Termina el puto desayuno de una
vez.
- Ese lenguaje no te lo permito,
Farayat.
- Perdóname, madre. Pero es que
Mohammed nos hace desperdiciar valiosas horas de luz.
Doña Dina era conocida por su
mano dura. Aunque era don Tarek quien suministraba la fortuna de la
casa, Dina era la voz de la Familia Hamdan.
- Tu hermano le pidió a Luis
tres lonjas de bacon. Las tiene que comer todas. A su ritmo.
- Sí, madre. Te espero afuera,
renacuajo.
Doña Dina refunfuñó.
- Parad los insultos. Al final
del día, lo único que tenemos es la familia. No me gusta que se
traten así. No me gusta que se vayan de esa estúpida cacería.
Farayat rió.
- Madre, lo llevamos en las
venas. Padre aniquila a diario cerdos y vacas. Caza jabalíes para
aumentar nuestras arcas. Vivímos de nuestros instintos.
- Padre lo hace para alimentar a
toda una ciudad – estado que depende de él. Tu lo haces para
alimentar un ego estúpido.
Silencio.
- Pero es divertido- ríe con un
pedazo de bacon todavía entre sus dientes, Mohammed. - Estoy listo.
Adiós, Madre-
Mohammed le da un beso en la
frente a su mamá, quien grita sus últimos regaños antes de que se
marchen sus hijos.
- ¡Sabes que en esta casa no
decimos adiós, sino hasta luego! ¡Decir adiós es despedirse para
siempre!
La voz de Doña Dina bajó a
medida de que los hermanos se iban alejando del comedor. Rumbo a la
armería de la casa.
Menos de una hora más tarde,
salía la caravana desde el Campamento Madrid. El grueso portón
subía sus puertas, mientras que bajaba el puente sobre el lago
oscuro que lo rodeaba. Salieron cuatro vehículos impulsados por
pedales, con sus tripulantes ocultos bajo las gruesas lonas.
Adentro estaban Farayat y
Mohammed bebiendo vino, mientras limpiaban sus armas. Farayat tenía
puesto sus gafas de sol, su boina negra y su rifle favorito. Mohammed
cargaba su gorra favorita con la visera hacia atrás. Su pistola
preferida era un trabuco de oro.
Cada uno vestía una camisa roja
de diferente modelo. La de Laura tenía un camuflaje militar que
combinaba con el color marrón. La de Farayat tiene el escudo de la
familia sobre su corazón, dos armas cruzadas con una rosa en el
centro. La de Mohammed tiene una cobra blanca en su espalda.
- No es un buen día para cazar –
dijo una voz aguda, con tono de regaño.
- Laura, tu te encargas de
mostrarnos la zona de cacería y ya – respondió con dureza
Mohammed. - Nosotros somos los cazadores, recuerda.
Laura se quejó en silencio, sin
decir una palabra, su boca y sus ojos dijeron todo. Farayat le ofrece
una jarra de cerveza, para tranquilizar la situación. Laura bebe un
largo sorbo.
- Salimos tarde, eso es lo que
pasa – reclamó Farayat.
Mohammed empezó a cantar una
canción poco conocida entre los presentes, en un intento de evadir
su culpa.
Después de dos horas de camino,
el sol ya estaba en su punto más alto. Ni la muralla del campamento
o de la ciudad se podían divisar en el horizonte. Solo habían
algunos árboles en la sabana. Sin embargo, empezaba una frondosa
selva a unos metros donde se detuvo la caravana.
Laura fue la primera en bajar.
Con su cañón portátil al hombro. Se puso sus gafas electrónicas,
en la que los vidrios rojos le permitían observar mucho más allá
de lo que estaba frente a ellos.
Miro hacia la profundidad del
bosque cercano. Finalmente gritó.
- ¡Es aquí!
Farayat y Mohammed siguieron a
Laura. Luego bajaron otros cuatro hombres fornidos, cada uno con una
escopeta y un trabuco.
- ¿Avanzamos?
- Sí, Laura. Avanzamos. Los
chóferes se quedan aquí.
Cada carro impulsado a pedal
tenía dos chóferes. Aquella orden sonó como música para aquellos
que habían pedaleado por dos horas. Uno de ellos encendió
rapidamente un cigarrillo, el resto bebió mucha agua.
Mientras que los cazadores se
adentraron hacia el bosque, con Laura a la cabeza.
Laura estaba concentrada en cada
paso que daba. Sus goggles estaban puestos en el camino, en las ramas
de los árboles, en los troncos. El resto venía hablando
animadamente.
- ¿En serio te tiraste a la
mayor de las Phillips?- dijo un curioso cazador.
- Sí, la mayor y la de las tetas
más grandes – río estrepitosamente Mohammed.
Farayat estaba más cerca de
Laura que el resto del grupo. Aprovechó para acercarse a la scout.
- Perdona a mi hermano… él…
es muy idiota.
Laura sigue con su visión al
frente.
- Que bueno que no lo escuchaste
entonces.
- Lo escuché- repuso Laura
después de unos segundos de silencio- Pero opté por ignorarlo.
Mohammed siguió hablando
entusiasmado sobre la fiesta de anoche, que incluye bebidas, manjares
y bailes eróticos privados.
- ¡Shhht!- dijo sonoramente
Laura, poniendo su puño en el aire.
Farayat preparó su arma. El
resto de los cazadores apuntó con precisión hacia los árboles.
Mohammed sacó su trabuco dorado y lo llevaba de un lado a otro con
sus manos temblando.
- Mantengan silencio – susurró
Laura agresivamente. - El ruido les pone más violentos.-
- ¿Cómo sabes que son más de
uno?- responde Farayat en voz baja.
Laura señala con su cabeza en la
dirección hacia un lago cercano, que tiene unas cuevas aledañas. Lo
que vieron les hizo acelerar el corazón.
Una manada de criaturas
radioactivas. Masculinas, femeninas, pequeñas crías. Robustos,
flacos, altos, enanos. De todo un poco entre las 15 bestias que
habían detectado.
- ¡Estamos jodidos! - susurró
Mohammed.
- ¡Shhht! - respondieron todos.
El silencio se impuso en el grupo
una vez más. Laura se quitó los goggles, volteó hacia Farayat.
- Te dije que no era un buen día
para cazar. Lentamente retrocedamos-
- Ni hablar – dijo Farayat con
un susurro casi incontrolable.- Hoy tenemos que cazar. Es nuestro
deber… se lo debemos a la gente. Eliminar cuantos monstruos
podamos.-
- ¿No estás viendo que son más
que nosotros?- Mohammed no se pudo controlar y alzó la voz.
Error.
Las bestias se pusieron en
alerta. Las féminas huyeron del sitio agarrando a las criaturas más
pequeñas. Los machos de la manada caminaron hacia el grupo encerrado
en el bosque.
- ¡Mierda! ¡Mierda! Retirada ya
– susurró con fuerza Laura.
Las bestias aceleraron el paso.
Mohammed sacó su trabuco dorado y disparó hacia el grupo. Un agudo
aullido marcó el comienzo de la arremetida de las criaturas.
Los cazadores dispararon en vano
hacia las bestias. Solo derribaron dos antes de ser devorados por una
de ellas. Detrás de la camada de machos violentos, había una
criatura particularmente robusta y alta. Sus colmillos sobresalían
desde su boca. Sus ojos rojos estaban puestos en el trabuco dorado de
Mohammed.
Una explosión hizo que tres de
las bestias cayeran. Fue el cañón de hombro de Laura que les hizo
ganar tiempo.
- ¡Rápido! - le gritó a los
hermanos. - Vayan hacia las cuevas. Es nuestra única oportunidad-
Mohammed disparó ciegamente
hacia todos lados. Farayat se detenía de cuando en cuando en medio
de la carrera para acertar disparos en las cabezas de las bestias.
Logró frenar a tres. Pero cada vez era mayor el número de criaturas
que les perseguían.
La bestia robusta corría a toda
máquina hacia Mohammed. No le perdía de vista. Recibía disparos,
pero igual continuaba en marcha.
Farayat y Mohammed lograron
entrar a una cueva. Detrás de ellos escucharon un sordo golpe que
hizo temblar las paredes rocosas. La bestia robusta cayó en la
entrada de la cueva, bloqueando la salida con su voluminoso cuerpo,
al mismo tiempo que las piedras caían sobre él.
Los hermanos Hamdan estaban
atrapados en la cueva que les vimos al principio de la narración.
Las bestias se arremolinan en la
entrada, alrededor de la mitad del cuerpo de la criatura robusta. Sus
gritos y aullidos penetran hacia adentro, donde Farayat y Mohammed
intentan respirar el oxígeno que les permite el estrecho espacio.
¡BOOOM!
Una explosión hace que varias
criaturas caigan, así como que se divida por la mitad el fallecido
cuerpo de la bestia robusta. La entrada se abre un poco más.
¡BOOOM!
Esta explosión termina de
desbloquear la salida. Las pocas criaturas que quedan en pie salen
corriendo del lugar.
Silencio.
Farayat sale con su arma,
apuntando hacia la oscuridad. Mohammed le sigue con su trabuco dorado
reflejando la luz de la luna.
Laura recarga su cañón de
hombro.
- ¿ESTÁIS BIEN? - Laura sabe
que debe hablar con gritos, los hermanos están casi sordos por la
explosión. - ¡VAMOS AHORA ANTES DE QUE VUELVAN MÁS!-
Mohammed asiente con la cabeza.
Farayat se devuelve a la cueva.
- ¿QUÉ HACES IDIOTA?-
Los pasos de las criaturas
empezaban a sonar con más fuerza desde todas direcciones del bosque.
- ¡FARAYAT! ¡ME VOY Y TE
DEJAMOS!
Mohammed estaba listo para
disparar hacia la oscuridad. Laura se puso sus lentes para mejorar su
visión nocturna.
Farayat salió de la cueva con la
cabeza de la criatura robusta.
- ¡VAMOS! YA
Farayat gritó y siguieron a
Laura, corriendo sin frenar por eternos minutos, hasta que llegaron
al lugar donde les esperaba la caravana.
- ¡A TODO PEDAL, MUCHACHOS!-
Laura grita y los chóferes
responden a la orden sin dudarlo. En un pestañeo están corriendo
por el camino de vuelta al Campamento Madrid.
Dentro de la caravana. Los
hermanos se abrazan.
- Me alegra que estés bien,
Farayat-
- No ha sido nada y hasta pude
traer el trofeo a casa-
Laura respira profundamente.
- La próxima vez que les diga
que no es un buen día para cazar me haréis caso.-
- Sí, sí, claro Laura. Lo que
tu digas. Ahora la familia Hamdan está en una gran deuda contigo.
Cuando lleguemos a casa discutiremos los detalles de tu pago-
Laura ríe.
- A ver si logran pagar lo que
necesito para retirarme-
- ¿No seguirás con nosotros? -
dice Mohammed.
- El mundo es demasiado peligroso
como para perder la vida jugando a la cacería. Con lo que me
pagareis, podré montar mi propia Macia y vivir tranquila. Pero ya lo
hablaremos, niñatos-
Laura le dio unas palmaditas en
la cara a los hermanos Hamdan.
Sonríe pensando en la fortuna
que le espera. Sonríe aún más al recordar a Trampa.
Crónicas de Laura Biz Yon
(LBY).