viernes, 8 de abril de 2016

El Observador de La Muralla

Alguien tiene que escribir toda la locura que está pasando en esta burbuja de concreto.

No hay mejor manera de describirlo que las dos realidades totalmente contrastantes entre la vida que hay en la ciudad y la supervivencia que pasan innumerables personas en terreno salvaje.

Una vez mi hijo Mark me preguntó que por qué la gente insistía en vivir afuera de la ciudad. Le perdoné la pregunta por sus inocentes 7 años de edad. A quien no se la perdono es a Roth, mi vecino, que entre chistes en su barbacoa dominical no entendía cómo había gente viviendo en los bosques, en pleno Siglo XXVI.

La verdad es que Roth es el ciudadano promedio. Solo le interesa divertirse los tres días del fin de semana. De lunes a jueves tiene un trabajo de oficina bastante monótono. Y le da igual lo que pase más allá de las fronteras amuralladas de nuestra “armoniosa” urbe.

Lo que quiero compartirle, querido lector, es que los caseríos y pequeños pueblos que sobreviven al aire libre no lo hacen por decisión. La gran mayoría son familias exiliadas, por buenas y malas razones. Entre los arbustos hay campamentos improvisados con restos de basura por antiguos residentes de “El Corralito”, como se le apoda a la prisión estatal.

A eso se le suma la presencia de animales salvajes, y por supuesto, nuestro gran dolor de cabeza: las criaturas radioactivas. Esos engendros mutantes que son capaces de destrozar tu brazo con sus mandíbulas, aplastar tu cráneo con sus puños o hacerte pedazos para comerte por partes.

Claro, que para El Gobierno y las Casas Élite, deberíamos sentirnos más seguros con los cazadores eliminando a estas bestias que alguna vez fueron humanos. Pero la verdad es que los cazadores son mercenarios cuyo único objetivo es el oro, no el bienestar del ciudadano común. Eso es un problema, porque cuando se acabe el oro, se acabará la protección... la sensación de seguridad es solo un espejismo.

No creo que haya afuera un cazador que se preocupe por el bienestar de nosotros, cuando ellos tienen hogar, buena suma de dinero, las mejores mujeres del palacio de placeres y la mejor comida de La Macia.

Y si hay alguno que de verdad le preocupe, y esté leyendo estas líneas, que sepa que cuenta con mi respaldo de lo que sea, desde El Observador de La Muralla, el único medio independiente que queda en esta ciudad.


Leonardo Cubo

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