El doctor Otto Mularkey es una
entidad intachable en el Mundo Conocido.
Su trabajo sobre la radiación en
los seres humanos, le ha permitido gozar de inmunidad y de un
prestigio infinito. Gracias a él, existe una clasificación de tipos
de bestias y situaciones de movilización de las mismas.
Solo hay tres tipos de criaturas
que merodean en territorio salvaje.
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Tipo 1: Humanoide. Formación osea y zonas capilares similares al de un ser humano promedio. Pueden ser hombres o mujeres. Tienen una altura average de 1,70cm.
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Tipo 2: Aunque la mayoría tienen cuatro extremidades como cualquier ser humano, algunos tienen cola y otros hasta seis extremidades. Tienen mucho pelo, de contextura gruesa, en promedio miden 2,10 cm y la mayoría son hembras.
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Tipo 3: Rara especie que supera los 10 metros de altura. Son generalmente madres que dan a luz muchas crías del tipo 1 o tipo 2. Se desconoce su origen.
Mularkey descubrió que las
criaturas radioactivas de tipo 1 y 2 son realmente seres humanos que
fueron afectados por la Gran Guerra del Siglo XXI, aquella en que las
armas nucleares bañaron a muchas ciudades, extinguiendo a muchas de
ellas.
Solo un grupo de afortunados pudo
sobrevivir en búnkers, mientras que otros debieron luchar para
mantenerse en la superficie. Esos sobrevivientes fueron afectados por
la radioactividad, deformando sus cuerpos o sus genes, así nació
una generación totalmente infectada por radioactividad, creando,
prácticamente una raza humana diferente.
Mientras que los afortunados de
los búnkers no fueron afectados en nada, excepto por las viejas
costumbres que heredaron de la Edad Media, con la creación de castas
de élite y privilegiados que se valieron de los más pobres para
levantar las nuevas ciudades.
Mularkey fue uno de esos chicos
pobres y huérfanos que trabajó de forma forzada para el beneficio
de los más adinerados. Hasta que se hartó y escapó a la
superficie, donde conoció por 100 días a las bestias radioactivas,
sus hábitos, sus formas de reproducirse, sus costumbres. Aunque
prefería vivir en territorio salvaje, notó que pudiera hacer una
fortuna con sus nuevos conocimientos, además de la naturaleza
violenta de estas criaturas impredecibles.
Así que volvió a donde estaban
levantando una de las murallas y exigió una presentación delante de
las castas. Más allá de sus palabras, impresionó con la presencia
de tres criaturas encerradas en una jaula, que llevaba el joven
Mularkey en una rústica carreta, halada por un caballo.
La presentación fue un éxito. A
sangre fría, Mularkey diseccionó cada criatura y demostró como
habían sido humanos antes, pero que sus cuerpos estaban
profundamente afectados por la radiación. Mularkey tenía la fórmula
para detenerlos rápidamente: cortándoles la cabeza.
Los privilegiados le dieron a
Mularkey mucho dinero, una casa y una institución propia, como era
el Laboratorio Mularkey, un centro donde lleva a cabo sus
experimentos hasta la actualidad.
Poco a poco el apellido Mularkey
impuso respeto, sobre todo cuando se hizo popular la Escala Mularkey,
del 1 al 5, que aseguraba que tan agresivos estaban los monstruos en
las afueras de las murallas, ya sea por hambre o por necesidad.
Lo cierto es que Mularkey
aprovechó cada segundo de su creciente fama para llevar una vida de
excesos. Drogas, prostitutas, grandes fiestas. Todo esto lo fue
llevando en paralelo a su vida profesional como investigador
biológico.
Mularkey se aprovecha del sistema
y a sus 59 años, no está dispuesto a ceder ni un centímetro a
alguien que se meta con su forma de vivir. Ni siquiera El Plomo.