Odio
a todos los monstruos. A todos.
Gracias
a ellos bebo la mejor cerveza del Reino Urbano, como las mejores
carnes de La Macía y me follo a las mujeres que mejor huelen del Palacio del Placer.
Pero
como les detesto.
Esas deformidades de sangre verde que acechan
afuera de las murallas del Reino, siembran mucho miedo entre
los civiles. Solo basta ver a los ciudadanos temblar, cuando ven una cabeza
inerte de un monstruo cazado. Tiemblan. Como si en cualquier momento les
fuera a morder.
Son
patéticos. Aguanto la risa hasta que me dan la bolsa de oro, que
corro a “invertir” en la taberna más cercana.
Pero
no solamente los que habitan la tierra salvaje son unos monstruos.
También he visto intelectuales de la medicina experimentar con niños
de la calle o los políticos que abusan de su poder para sacarle sexo
gratis a las putas del palacio.
Ellos
también son monstruos. Y los odio por igual.
Creen
que tienen otro nivel por estar en la zona segura de las murallas.
Dicen ser civiles porque no están preparados para lo que está en
terreno salvaje. Nosotros los cazadores sí lo estamos, por eso nos
envían a nosotros.
Cuando
hay una alerta 4 (5 es el máximo de la escala Mularkey)ni se asoman
por la ventana, saben que pueden ver a lo lejos algún monstruo en la
tierra libre y eso, les da una angustia tremenda. No se atreven a
verlos caminar si quiera.
Esos
son los momentos de más trabajo. Aumentan nuestras arcas, eso sí,
pero las alarmas son demasiado intensas. No nos detenemos hasta que
el perímetro de la muralla esté limpio.
Todos
son monstruos. Todos han caído ante mis armas. Ya sean mutantes o
humanos.
Y
no descansaré hasta que no caigan todos.
Héctor
“El Plomo”
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