viernes, 8 de abril de 2016

Un Día de Campo

- ¿Volveremos a casa, Farayat?
- No lo creo, hermanito. Dame la mano. Si es aquí donde terminaremos nuestras vidas, nunca estaré más orgulloso de haberla compartido a tu lado, Mohammed. Te quiero.

El hermano menor apretó con fuerza a su hermano mayor. Estaban en una cueva, asediados por el ataque de un grupo incontable de criaturas.

¿Cómo había pasado esto?

Tenemos que irnos al principio del día, cuando Farayat levantó con un fuerte golpe en la puerta a su hermano menor, Mohammed.

- ¡Se nos hará tarde, idiota! Hay que aprovechar todo el sol que podamos.

Una voz oscura, de un delgado y alto mayordomo resonó el ancho pasillo.

- Lo intenté desde temprano, don Farayat, pero parece que don Mohammed está muy cansado.

Un chillido de la puerta detuvo la conversación. Lentamente se abrió y ahí estaba Mohammed, delgado, de aspecto mucho más delicado que su hermano mayor. Quizás el hecho de que la barba de Farayat era poblada, destacaba frente a las delicadas facciones del rostro sin vellos de su hermano menor.

- Ya, ya. Estoy despierto. Luis, el desayuno con mucha fuerza hoy.
-Sí, Don Mohammed.

El mayordomo se retiró con gracia, pero a toda velocidad, en dirección a la cocina. Para ello debió caminar por el largo pasillo y pasar ante 20 retratos de la familia Hamdan.

La Mansión Hamdan está ubicada en el prestigioso Campamento Madrid, junto al resto de las casas de élite. Los Hamdan tienen una pasión admirable por la cacería, que es la base de su fortuna, al ser responsables de uno de los más grandes criaderos de cerdos y ganado conocidos en el mundo actual.

Esa misma pasión es la que hacía brotar venas de la frente de Farayat, al ver que su hermano no estaba listo y con el sol yendo hacia el punto más alto del cielo, sin freno.

- Termina el puto desayuno de una vez.
- Ese lenguaje no te lo permito, Farayat.
- Perdóname, madre. Pero es que Mohammed nos hace desperdiciar valiosas horas de luz.

Doña Dina era conocida por su mano dura. Aunque era don Tarek quien suministraba la fortuna de la casa, Dina era la voz de la Familia Hamdan.

- Tu hermano le pidió a Luis tres lonjas de bacon. Las tiene que comer todas. A su ritmo.
- Sí, madre. Te espero afuera, renacuajo.

Doña Dina refunfuñó.

- Parad los insultos. Al final del día, lo único que tenemos es la familia. No me gusta que se traten así. No me gusta que se vayan de esa estúpida cacería.

Farayat rió.

- Madre, lo llevamos en las venas. Padre aniquila a diario cerdos y vacas. Caza jabalíes para aumentar nuestras arcas. Vivímos de nuestros instintos.
- Padre lo hace para alimentar a toda una ciudad – estado que depende de él. Tu lo haces para alimentar un ego estúpido.

Silencio.

- Pero es divertido- ríe con un pedazo de bacon todavía entre sus dientes, Mohammed. - Estoy listo. Adiós, Madre-

Mohammed le da un beso en la frente a su mamá, quien grita sus últimos regaños antes de que se marchen sus hijos.

- ¡Sabes que en esta casa no decimos adiós, sino hasta luego! ¡Decir adiós es despedirse para siempre!

La voz de Doña Dina bajó a medida de que los hermanos se iban alejando del comedor. Rumbo a la armería de la casa.

Menos de una hora más tarde, salía la caravana desde el Campamento Madrid. El grueso portón subía sus puertas, mientras que bajaba el puente sobre el lago oscuro que lo rodeaba. Salieron cuatro vehículos impulsados por pedales, con sus tripulantes ocultos bajo las gruesas lonas.

Adentro estaban Farayat y Mohammed bebiendo vino, mientras limpiaban sus armas. Farayat tenía puesto sus gafas de sol, su boina negra y su rifle favorito. Mohammed cargaba su gorra favorita con la visera hacia atrás. Su pistola preferida era un trabuco de oro.

Cada uno vestía una camisa roja de diferente modelo. La de Laura tenía un camuflaje militar que combinaba con el color marrón. La de Farayat tiene el escudo de la familia sobre su corazón, dos armas cruzadas con una rosa en el centro. La de Mohammed tiene una cobra blanca en su espalda.

- No es un buen día para cazar – dijo una voz aguda, con tono de regaño.
- Laura, tu te encargas de mostrarnos la zona de cacería y ya – respondió con dureza Mohammed. - Nosotros somos los cazadores, recuerda.

Laura se quejó en silencio, sin decir una palabra, su boca y sus ojos dijeron todo. Farayat le ofrece una jarra de cerveza, para tranquilizar la situación. Laura bebe un largo sorbo.

- Salimos tarde, eso es lo que pasa – reclamó Farayat.

Mohammed empezó a cantar una canción poco conocida entre los presentes, en un intento de evadir su culpa.

Después de dos horas de camino, el sol ya estaba en su punto más alto. Ni la muralla del campamento o de la ciudad se podían divisar en el horizonte. Solo habían algunos árboles en la sabana. Sin embargo, empezaba una frondosa selva a unos metros donde se detuvo la caravana.

Laura fue la primera en bajar. Con su cañón portátil al hombro. Se puso sus gafas electrónicas, en la que los vidrios rojos le permitían observar mucho más allá de lo que estaba frente a ellos.

Miro hacia la profundidad del bosque cercano. Finalmente gritó.

- ¡Es aquí!

Farayat y Mohammed siguieron a Laura. Luego bajaron otros cuatro hombres fornidos, cada uno con una escopeta y un trabuco.

- ¿Avanzamos?
- Sí, Laura. Avanzamos. Los chóferes se quedan aquí.

Cada carro impulsado a pedal tenía dos chóferes. Aquella orden sonó como música para aquellos que habían pedaleado por dos horas. Uno de ellos encendió rapidamente un cigarrillo, el resto bebió mucha agua.

Mientras que los cazadores se adentraron hacia el bosque, con Laura a la cabeza.

Laura estaba concentrada en cada paso que daba. Sus goggles estaban puestos en el camino, en las ramas de los árboles, en los troncos. El resto venía hablando animadamente.

- ¿En serio te tiraste a la mayor de las Phillips?- dijo un curioso cazador.
- Sí, la mayor y la de las tetas más grandes – río estrepitosamente Mohammed.

Farayat estaba más cerca de Laura que el resto del grupo. Aprovechó para acercarse a la scout.

- Perdona a mi hermano… él… es muy idiota.

Laura sigue con su visión al frente.

- Que bueno que no lo escuchaste entonces.
- Lo escuché- repuso Laura después de unos segundos de silencio- Pero opté por ignorarlo.

Mohammed siguió hablando entusiasmado sobre la fiesta de anoche, que incluye bebidas, manjares y bailes eróticos privados.

- ¡Shhht!- dijo sonoramente Laura, poniendo su puño en el aire.

Farayat preparó su arma. El resto de los cazadores apuntó con precisión hacia los árboles. Mohammed sacó su trabuco dorado y lo llevaba de un lado a otro con sus manos temblando.

- Mantengan silencio – susurró Laura agresivamente. - El ruido les pone más violentos.-
- ¿Cómo sabes que son más de uno?- responde Farayat en voz baja.

Laura señala con su cabeza en la dirección hacia un lago cercano, que tiene unas cuevas aledañas. Lo que vieron les hizo acelerar el corazón.

Una manada de criaturas radioactivas. Masculinas, femeninas, pequeñas crías. Robustos, flacos, altos, enanos. De todo un poco entre las 15 bestias que habían detectado.

- ¡Estamos jodidos! - susurró Mohammed.
- ¡Shhht! - respondieron todos.

El silencio se impuso en el grupo una vez más. Laura se quitó los goggles, volteó hacia Farayat.

- Te dije que no era un buen día para cazar. Lentamente retrocedamos-

- Ni hablar – dijo Farayat con un susurro casi incontrolable.- Hoy tenemos que cazar. Es nuestro deber… se lo debemos a la gente. Eliminar cuantos monstruos podamos.-

- ¿No estás viendo que son más que nosotros?- Mohammed no se pudo controlar y alzó la voz.

Error.

Las bestias se pusieron en alerta. Las féminas huyeron del sitio agarrando a las criaturas más pequeñas. Los machos de la manada caminaron hacia el grupo encerrado en el bosque.

- ¡Mierda! ¡Mierda! Retirada ya – susurró con fuerza Laura.

Las bestias aceleraron el paso. Mohammed sacó su trabuco dorado y disparó hacia el grupo. Un agudo aullido marcó el comienzo de la arremetida de las criaturas.

Los cazadores dispararon en vano hacia las bestias. Solo derribaron dos antes de ser devorados por una de ellas. Detrás de la camada de machos violentos, había una criatura particularmente robusta y alta. Sus colmillos sobresalían desde su boca. Sus ojos rojos estaban puestos en el trabuco dorado de Mohammed.

Una explosión hizo que tres de las bestias cayeran. Fue el cañón de hombro de Laura que les hizo ganar tiempo.

- ¡Rápido! - le gritó a los hermanos. - Vayan hacia las cuevas. Es nuestra única oportunidad-

Mohammed disparó ciegamente hacia todos lados. Farayat se detenía de cuando en cuando en medio de la carrera para acertar disparos en las cabezas de las bestias. Logró frenar a tres. Pero cada vez era mayor el número de criaturas que les perseguían.

La bestia robusta corría a toda máquina hacia Mohammed. No le perdía de vista. Recibía disparos, pero igual continuaba en marcha.

Farayat y Mohammed lograron entrar a una cueva. Detrás de ellos escucharon un sordo golpe que hizo temblar las paredes rocosas. La bestia robusta cayó en la entrada de la cueva, bloqueando la salida con su voluminoso cuerpo, al mismo tiempo que las piedras caían sobre él.

Los hermanos Hamdan estaban atrapados en la cueva que les vimos al principio de la narración.

Las bestias se arremolinan en la entrada, alrededor de la mitad del cuerpo de la criatura robusta. Sus gritos y aullidos penetran hacia adentro, donde Farayat y Mohammed intentan respirar el oxígeno que les permite el estrecho espacio.

¡BOOOM!

Una explosión hace que varias criaturas caigan, así como que se divida por la mitad el fallecido cuerpo de la bestia robusta. La entrada se abre un poco más.

¡BOOOM!

Esta explosión termina de desbloquear la salida. Las pocas criaturas que quedan en pie salen corriendo del lugar.

Silencio.

Farayat sale con su arma, apuntando hacia la oscuridad. Mohammed le sigue con su trabuco dorado reflejando la luz de la luna.

Laura recarga su cañón de hombro.

- ¿ESTÁIS BIEN? - Laura sabe que debe hablar con gritos, los hermanos están casi sordos por la explosión. - ¡VAMOS AHORA ANTES DE QUE VUELVAN MÁS!-

Mohammed asiente con la cabeza. Farayat se devuelve a la cueva.

- ¿QUÉ HACES IDIOTA?-

Los pasos de las criaturas empezaban a sonar con más fuerza desde todas direcciones del bosque.

- ¡FARAYAT! ¡ME VOY Y TE DEJAMOS!

Mohammed estaba listo para disparar hacia la oscuridad. Laura se puso sus lentes para mejorar su visión nocturna.

Farayat salió de la cueva con la cabeza de la criatura robusta.

- ¡VAMOS! YA

Farayat gritó y siguieron a Laura, corriendo sin frenar por eternos minutos, hasta que llegaron al lugar donde les esperaba la caravana.

- ¡A TODO PEDAL, MUCHACHOS!-

Laura grita y los chóferes responden a la orden sin dudarlo. En un pestañeo están corriendo por el camino de vuelta al Campamento Madrid.

Dentro de la caravana. Los hermanos se abrazan.

- Me alegra que estés bien, Farayat-
- No ha sido nada y hasta pude traer el trofeo a casa-

Laura respira profundamente.

- La próxima vez que les diga que no es un buen día para cazar me haréis caso.-

- Sí, sí, claro Laura. Lo que tu digas. Ahora la familia Hamdan está en una gran deuda contigo. Cuando lleguemos a casa discutiremos los detalles de tu pago-

Laura ríe.

- A ver si logran pagar lo que necesito para retirarme-

- ¿No seguirás con nosotros? - dice Mohammed.

- El mundo es demasiado peligroso como para perder la vida jugando a la cacería. Con lo que me pagareis, podré montar mi propia Macia y vivir tranquila. Pero ya lo hablaremos, niñatos-

Laura le dio unas palmaditas en la cara a los hermanos Hamdan.

Sonríe pensando en la fortuna que le espera. Sonríe aún más al recordar a Trampa.


Crónicas de Laura Biz Yon (LBY).

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